sábado, 26 de julio de 2008

no hay titulo que pueda decir.

Su nombre era… miento. Su nombre es lo menos importante. No es necesario saberlo para poder entender lo que les voy a narrar. No importa su edad, no importa su aspecto, no importa su sexo. No importa absolutamente nada. Por que lo que les voy a contar le corresponde a todos y a cada uno de nosotros.
Quien lee, por lo general, en algún momento escribió. Es la necesidad del poeta. Es la necesidad de aquellos lectores adictos a las letras. Pero no todo el que escribe lee. Por lo general suele pasar al revés. Y esta persona, que no importa ni quien es, ni como es, ni qué le gusta, era uno de estos seres despectivamente llamados *raros*.
No lee, pero sí escribe. Apenas copia de un papel a otro lo que escucho. Y aprende letra a letra lo que escribe y cree inventar. No sabe que es escribir por que no sabe lo que es leer, de tanto oir, mi persona poco importante, tomado como espejo de tantas otras, copia y sella todos los libros ya leidos. Todo aquello que alguna vez leyó.
Ella calcula letra a letra. No busca en diccionarios y utiliza las palabras más ordinarias en cuentos insulsos, creyéndose parte de un gran mundo. A él le falta una parte de si mismo, se avergüenza de ella misma. Se desploma frente a los pies de grandes autores de libros no inventados por que cree que así puede apenas acercarse a su pluma.
Pero solo logra ser uno de los engranajes de aquellas maquinarias de producción en masa, de personas ordinarias, que pasan sus ojos por las páginas sin de veras estar leyendo.

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