domingo, 30 de noviembre de 2008

Manuela

Manuela era la tía de la abuela de Marisa Estaba olvidada en algún lugar del mundo cuando ocurrió que vendieron la gran mansión.  La casona era vieja ya para esa época. Estaba media caída abajo. Los techos húmedos y pocas tejas. La verdad que valía poco y nada. La vendieron al mejor por postor por un par de monedas que sirvieron para mantener a la hermana ocupada. Se la pasaba contando la cantidad de dinero que le quedaba. Y cuando no, se pasaba quejándose de que no tenía lo que le sobraba.
Manuela se había metido con un grupo de mujeres religiosas a las que les gustaba cantar en navidad y dormir en las pascuas. Creo que ni ella sabía muy bien a que religión pertenecía pero ya ni importaba. Eran sus amigas y vivían juntas. Solteras todas se contaban las historias de amor que nunca tuvieron y siempre imaginaron con tener.
Quien quiera que haya mirado por la ventana ese día no hubiese entendido lo que pasaba allí. Todas alrededor de una fotografía añeja, cubierta aún de polvo y un tanto desteñida en las puntas. Escrita en lápiz atrás, una fecha que no se lograba entender. Mil novecientos algo. Manuela la había encontrado en el altillo de la mansión dentro de un cajón muy profundo. Debajo de la base. Oculta. En su cabeza tejió millones de historias mientras bajaba (con mucho cuidado por miedo a caerse) las altas y empinadas escaleras de madera. 

jueves, 20 de noviembre de 2008

Daría

Sin saber por qué lo hacía se casó con él. La verdad es que nunca lo amó de verdad. Era sólo el capricho último que debía ser cumplido antes de morir. Las vueltas de la vida y la falta de cuidados hacen que uno se muera por dentro primero, y luego por fuera. Un mero estornudo la hace creer que se despide del mundo. Un simple cliente la hace apagarse de a poco, y nadie sospecha. Ni de una cosa, ni de la otra. Ni de la enfermedad, ni del engaño.

Curiosamente su marido vuelve temprano y oye los gritos en su propio cuarto. Daría estaba acostada, con una pierna entre las sábanas y otra rodeando el cuerpo grasiento del otro hombre.  El marido llega desesperado porque aquella chica, a la que había abandonado, volvía de la mano con un muchacho. Y entró en la casa. Muy tarde. Darìa, de verdad, muy tarde.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Filomena

Como dije en algún momento. Los nombres determinan un carácter. Y este no es la excepción. Filomena. Filo: amor. Mena, no sabemos. ¿A quién le importa si tiene sentido? Ella sólo sabia ser ella y caminar como siempre lo hacía. Con la espalda curva y los pies arrastrados. Con los dientes resplandecientes de blanco. Lavados día y noche, noche y día.

Filomena es una de las vecinas más amadas del barrio. Vivió allí desde los tres años. Desde que el barrio tiene memoria, se acuerda de ella. Se puede decir que ella lo fundó con Martín cuando tenían tres y ocho años. Con una primera rama que al tiempo sería una casa en un árbol y con el tiempo se convertiría en hogar. El barrio nació en esa casita. Pequeña y acogedora. Lugar de reunión de todos los chicos del pueblo vecino (porque allí aún no había pueblo)

Pero a lo que vamos ahora es a su tiempo presente. A su momento actual en donde piensa en Martín, que debe estar cocinando el almuerzo en casa. En donde piensa en los nietos, que juegan en la pileta (hasta antes de comer y después todos a la sombrita a secarse) La nuera que está por llegar con las sobras de la fiesta del día anterior. Se ve un tanto feliz, un tanto cansada. Un tanto triste, un tanto enérgica.  

Pasa por la puerta del aquella casita y la mira. Y se tienta a entrar. Ya no es como antes. Ya no es segura.  Sigue estando en pie de suerte. Martín solía advertirle que no entre. Pero ella lo vio antes que nadie. Y lo sintió antes que cualquiera. Lo veía venir en su sangre. Lo olía en el pasto. Lo gustaba en el mate de las mañanas. O cuando hablaba con Lisa que salía al trabajo (esa chica estaba cambiada, desde que la dejo ese sin vergüenza). 

martes, 18 de noviembre de 2008

tiene

Tienen ese encanto que da tranquilidad.
Tiene esa chispa que parece estallar.
Tiene sangre que huele a vino.
Tiene un dedo que dice que no.
Tiene un cuerpo que llama al juego.
Tiene un dormir tranquilo.
Tiene sexo que deslumbra. 
Tiene una duda que la opaca.
Tiene miedo de ser ella.

 

lunes, 10 de noviembre de 2008

Arrabal

Como camina la mujer que te ama.
como se agita cuando llega a tu encuentro.
(...)
y me quede pensando varias veces en como suena aquello normal que no vale la pena llorar.
Un arrabal. En algún momento de mis días me la pasaba analizando esa letra. Eso que me hacia llorar de la canción. Eso tan profundo como irónico de esa canción. La doble intencionalidad de esas palabras. Esas palabras que te dicen que no la dejes ir. Por que ella aleja el mal, el mal puro. Como tardar en darte cuenta que las palabras son las menos llantosas del mundo. Cuando podes llegar a ver las cosas como de verdad son? despues de tanto, tanto, tanto escuchar la misma letra. Las palabras se comienzan a sentir diferentes. Comienzan a ser un sonido en tu ambiente. Comienzan a ser un pequeño murmullo en el fondo de tus pensamiento. La tarareas cuando salís de tu casa y te vas así a divagar por algún arrabal. Interesante cuando de pronto una palabra de aquel susurro te llega a los oidos y comenzas a ver el camino a tu alrededor de diferente manera. Con otros colores. Y entendes la ironia de las palabras. Constantes. Llenas de algo que no sabés bien que es. Pero no importa. Entendés.






Ella es una mujer normal, ella no es una mujer para llorar.