lunes, 20 de octubre de 2008

Lisa (II)

Tarde. No suena, no hay luz. Se perdió.
El tren. Lo perdió. Que hacer. ¿Comenzar a correr? Sin siquiera zapatos y con la mirada perdida de locura corre en busca de un tren que ya partió. Que ruega que se haya quedado dormida como ella. Lisa, llana. Lisa es una mujer de unos 28 años, lisa, llana, llena de cosas que no quiere contar por miedo a que desaparezcan al nombrarlas. Sigue una rutina desde hace años y hoy, lunes, la perdió.
Se fue. Cuando llego a la estación apenas quedaban aquellos que como ella se habían quedado dormidos. Un tren. Todos la miraban. Se reían por lo bajo. Descalza, con un pijama añejo de cuando tuvo su primer y único novio que la dejo por una que sí quería acostarse con él antes de casarce. La burlaban por su pelo rojo cuidadosamente enmarañado con las punats florecidas. Enrulado. Uñas largas y sucias.
Lisa se miró y por primera vez se vió. Entera, a ella. Lisa, llana, rara. Se dió vergüenza y uno que por allí pasaba la agarró.
Un muchacho de apenas unos años menos que ella. Gustavo. No sabía por que, pero él se enamoró de su color de pelo, del olor de su piel apenas levantada. Se enamoró de la vista perdida de esa mujer bastante mayor que él. Con suspiros nerviosos y lagrimas secas. La tomo de la mano como impulso. Su vida estaba llena de ellos. Maravillosa vida de azar y de no premeditar nada. Y lo supo apenas la vió. Que ella era quien él necesitaba.
Se dieron la mano y no se miraron. Ninguno al otro. Se pusieron a caminar y Lisa, lentamente comienza guiarlo hacia su casa. Lo lleva de la mano ciegamente y el camina a su lado enamorado aún más de su aroma, de su color, de suavidez. De la manera en la que ella lo hace pasear por aquellos lugares por los que él nunca habia pasado. Ese camino que Lisa, dia y noche realizaba para tomar su tren.
Y ella no sabía bien por qué. Por que el impulso de un beso la samarreba de repente y la hacia apretarle aún más fuerte esa mano. No comprendía que era eso que le pasaba pero sabía que había perdido su tren. Sabía que era tarde, que no iba a llegar al tren de la vuelta. Sabía que en su casa no había luz, que la cama estaba destendida. Que tenía un pijama viejo. Que tenía el pelo desprolijo.
Y sin importarle demasiado el lugar en donde estaba, él la desnudo y la beso. Y ella sintió que perdió el tren, que estaba despeinada, que tenía las uñas sucias y largas, puntas florecidas, pijama viejo, que no iba a trabajar.

pero no le importo

1 comentario:

Lola dijo...

APLAUSOS (de pie)!!!

Esto es genial NAtt!

Es simple, claro, concreto.
Es una vida de lo más común llevada a la locura por el simple hecho de perder un tren. Es genial.

Te juró que la ví. Vi el pijama desteñido, el pelo rojo cayéndole en mechas sobre los hombros, la cara de dormida, parada sobre la estación. Vi a Lisa, la llana, protagonista de una historia mágica.

Gracias por tu Magia, Natt....
Muchas Gracias.